REORGANIZANDO
MIS BLOGS
Queridos todos: Tengo demasiados blogs y no mucho tiempo
para poder atender a todos y escribir para todos.
Algunos son dedicados a la Música en sus diferentes estilos
y temáticas. Esto me hace trabajar demasiado y no dispongo tanto tiempo para
ello.
Así que decidí reunir mis trabajos en dos blogs:
“EL
LADO AMABLE DE LA VIDA” : dedicado a todo aquello que nos dé una
visión de todo lo agradable que tenemos en esta vida y que, si lo observamos
con detenimiento, es mucho .
Lo desagradable ya se ocupan los noticieros de mostrarlo
hasta la saciedad.
En este blog incluiré también cosas musicales porque la
música es altamente amable para el ser humano y demás seres vivos.
“MI
ESPACIO MUSICAL”, blog que está en desuso desde hace tiempo,
estará dedicado a los temas musicales más específicos y con temas de gran
belleza. Espero que lo tengáis en cuenta porque tengo trabajos musicales que
estoy segura que os agradarán.
Es posible que algunos de vosotros ya hayan conocido algún
post… Bien…lo leéis otra vez.
Empezaré con un cuento:

“CUENTO
DE INVIERNO: HUMANOS”
Amaneció un día muy frío; el aire se colaba por la rendijas del
habitáculo y al pasar por ellas producía un sonido peculiar como si se tratara
de una musiquita silbada que a Kenac le llamó la atención, tanto que estuvo un
ratito escuchando el sonido entre divertido y amenazador.
Consciente de los
peligros que eso conlleva se dirigió a su compañero inmediatamente y le instó
para que se abrigara y se cuidara porque el día amenazaba ser muy duro. Le
despidió con una sonrisa mientras acariciaba su rostro y él le correspondió con
una caricia en su pelo.
Konzo era un muchacho fuerte
que no le temía a nada, estaba acostumbrado a salir con un tiempo infernal.
Desde que nació no había conocido otra forma de vivir, ni el viento helado, ni
la lluvia ni la nieve le intimidaban, tenía que cuidar de su familia y era
obligado salir a buscar el alimento cosa no muy fácil ya que el mal tiempo
obstaculizaba la búsqueda. Se cubrió con
las pieles que había cazado y, orgulloso de su valor y de su fuerza, salió a
enfrentarse con todo lo que se pusiera por delante.
Deambuló por los campos en
busca de alimento que llevar a su familia pero apenas encontró alguna pequeña
pieza que, al igual que él, andaba buscando algo que poder llevarse a la boca.
Eran tiempos difíciles, todos tenían hambre, la comida era escasa y se imponía
la ley del más fuerte, “el pez grande se come al chico” así que Konzo dio un certero golpe sobre su
pieza y pensó que había sido por hoy un ser afortunado.
Kenac, mientras tanto, se
ocupaba de cuidar a sus hijos y velar para que el fuego no se extinguiera. No
era tarea fácil si el fuego se llegara a extinguir y por eso todos los miembros
del clan tenían como trabajo principal el mantenimiento del preciado fuego. Era
su subsistencia.
La noche empezaba a asomar, la
luna se ocultó y la oscuridad se hizo fantasmal.
Konzo apuró el paso para
llegar lo antes posible a su refugio y ya sólo pensaba en acomodarse junto a
los suyos ante el fuego y repartir entre todos lo poco que había podido cazar.
La luz que desprendía la
fogata teñía toda la estancia de un
color dorado.
Las paredes de piedra tomaban formas diversas al movimiento de
las llamas y se divertían adivinando en ellas perfiles de animales o de
personas, como cuando se observan las nubes y se adivinan en ellas formas
diversas.
Algunos se atrevían a resaltar los rasgos de la misma piedra e
incluso se atrevieron a colorear con semillas y frutos que machacaban y así
obtener material de pintura.
Otros trataban de pintar en las piedras más lisas escenas de esas
reuniones alrededor del fuego.
Todas esas cosas les divertían
y así, de esta manera tan sencilla nuestros antepasados primitivos iban
sobreviviendo día a día, noche a noche, con una sola idea: la supervivencia.
...La hoguera va perdiendo su
fulgor, los ancianos se acurrucan unos con otros para no perder el calor de sus
cuerpos, los más jóvenes se acomodan por la estancia y Konzo y Kenac reúnen a
los más pequeños bajo las pieles que su padre valientemente ha obtenido.
El
sueño les invade y alguien todavía despierto va imitando como un susurro el
crepitar del fuego.
María Dolores
Velasco